Por: María Camila Hernández Ceballos
Nos seguimos chocando de frente con un muro de gobiernos negacionistas, que se han mostrado poco comprometidos con la causa climática. La activista Greta Thumberg lo anunció en la pandemia, cuando dijo que los mandatarios mundiales se habían “rendido” ante la lucha contra el calentamiento global, anteponiendo los intereses económicos a las acciones orientadas al bienestar de la población más vulnerable, en donde encontramos a las mujeres y las niñas del sur global.
Ni la izquierda ni la derecha política han avanzado significativamente en la lucha contra la emergencia climática. Por ejemplo, gobiernos como el de Estados Unidos y el de Argentina coinciden en sus intenciones por retirarse del acuerdo de París, que busca disminuir la temperatura del planeta reduciendo los gases de efecto invernadero. En este panorama desalentador, aparecen las mujeres activistas, lideresas ambientales y ecofeministas que buscan, además de resistir a estos gobiernos abiertamente misóginos y sexistas, sostener y potenciar la vida.
Así, la lucha contra el cambio climático cobra cada vez más fuerza a través de los rostros y las voces de mujeres diversas. Ellas, las abrazadoras de árboles, inspiradas en el movimiento Chipko del norte de la India, están poniendo en el tablero del juego político los intereses de la tierra, de los recursos naturales y de las comunidades más vulnerables.
Algunas como Christiana Figueres, Patricia Espinosa y Stela Hartinger, tres mujeres latinoamericanas que trabajan desde diferentes frentes para alzar sus voces en organismos y cumbres internacionales. Otras como Wairani Nemonte Nequino, lideresa indígena amazónica y ganadora del Premio Medioambiental Goldman, que resalta la importancia del trabajo colectivo y la defensa de los territorios, de la vida y el cuidado de las mujeres que realizan activismo. Todas ellas ponen en evidencia que la lucha climática es también una lucha por la equidad de género.
Frente a esto, y desde una lectura ecofeminista, es urgente resaltar el papel de las mujeres que, en las últimas décadas, han buscado estrategias para hacerle frente a la crisis sistémica global ocasionada por el agotamiento de los recursos, las tensiones geopolíticas y los extremos de la hegemonía mundial. Estrategias que, en su mayoría, no han ocurrido a través de transformaciones política tradicionales, sino a través de las luchas acuerpadas, de las resistencias colectivas y de la confrontación pacífica contra empresas, gobiernos e incluso actores armados.
Hoy, en el marco del 8M, la lucha por la equidad de género se entrelaza con la búsqueda de la justicia ambiental, una justicia que permita que las lideresas y activistas ambientales se sientan seguras, escuchadas y exaltadas. La organización WWF (2020) ya lo ha explicado en sus estudios: fortalecer los liderazgos femeninos puede reducir los daños ambientales, generando mayores escenarios de conservación de los recursos y más estrategias de gestión equitativa de los mismos. Así, la invitación es que en este 8M le apostemos a que más mujeres y niñas tengan más conocimiento, más herramientas y más espacios de liderazgo ambiental y político.
Referencias